En algún momento de la vida, seguro te encontraste con alguien que te inspiró.
No alguien que simplemente te asignó tareas, sino que despertó algo en vos.
Tal vez fue un jefe, un maestro, una mentora, un colega.
No importa tanto el cargo, sino la huella que dejó.
Ese tipo de persona que:
- Te hizo sentir capaz, incluso cuando vos dudabas.
- Te escuchó de verdad, cuando necesitabas ser visto.
- Te mostró el camino sin imponerte nada.
- No era perfecta, pero sí auténtica, presente y coherente.
Liderar no es mandar.
Es acompañar, inspirar, confiar.
A lo largo de mi recorrido acompañando personas y equipos, lo veo cada vez con más claridad:
El verdadero liderazgo no se trata de controlar, sino de conectar.
Un buen líder no empuja: guía.
No exige: inspira.
No busca el mérito individual: celebra los logros compartidos.
Como las hormigas: pequeños gestos, grandes resultados
Las hormigas nos dejan una poderosa lección.
No hay una gran figura visible que dé órdenes.
Pero hay un propósito compartido que organiza, motiva y mueve.
Cada una cumple su rol con compromiso.
Se comunican. Se adaptan. Se apoyan.
No hay protagonismos, pero sí resultados.
Y ahí aparece algo clave:
Los verdaderos líderes no siempre se ven, pero se sienten.
Se sienten en cómo trabajamos, elegimos, nos movemos y construimos juntos.
Te invito a mirar hacia adentro…
¿Alguna vez tuviste un líder que te inspiró?
¿Qué hizo que lo recuerdes con admiración?
¿Y tuviste alguna vez un «antimodelo»? Alguien que te mostró, justamente, lo que no querías repetir…
Me encantaría leerte.
Porque hablar de liderazgo también es hablar de nuestras heridas, aprendizajes y elecciones.
De lo que dejamos y de lo que queremos sembrar.
¿Y vos… qué buscás hoy en un líder? ¿Qué tipo de líder querés ser vos?
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